el finissimo
comentario
Y ahí andaba
yo, confundido, con muchas ideas en la cabeza y pocas resoluciones. Atravesando
por error, por nunca salir de la ciudad y no haber tenido la cautela de
informarme de las condiciones climáticas de mi destino; en una tormenta
tropical que no dejaba de empapar los cristales del Chevy que hasta ese viaje
nunca me había dejado varado.
El día
anterior tuve la necesidad de alejarme de todo, de escapar, de tomar las llaves
de coche y buscar un lugar que me diera calma para poder tomar decisiones
importantes. No necesitaba un rumbo conocido, por el contrario, pero tampoco
pensaba en ir a la nada. Que digo pensar, en ese momento lo hacía pero no lo hacía
con coherencia. Eran las 2 de la mañana de un viernes cuando encendí el carro
para cruzar medio país rumbo al sur de Veracruz. El plan era sencillo aunque
mal elaborado, visitaría a un amigo de Coatzacoalcos y aprovecharía el viaje
para pensar y toma decisiones fundamentales para mi vida.
La entrada a
puebla anunciaba el destino que me esperaría todo el viaje, lluvia y mas
lluvia, como lo dije antes, mi poca experiencia en viajes no me daba conciencia
de todas las cosas que se deben considerar y más cuando la huida se decidió tan
repentinamente.
El sol salió
atrás de las nubes y a pesar de la humedad del ambiento todo pintaba tranquilo,
así fue, hasta que cruce Cosamaloapan Veracruz. Una fila inmensa de
automóviles, 2 horas detenido y unos militares que nos anunciaban: “debido a
las inundaciones, el puente mezcalapa se derrumbo, no hay forma de pasar en
automóvil, regresen”. Amenazaban cancelar mi viaje. Una desviación a no muchos metros
me daba otra opción, rodear con la inteligencia de que la llegada a mi destino
se prolongaría 4 horas o más, considerando que no dejaba y no dejaría de
llover.
Así lo hice,
abandone la autopista para incorporarme a una carretera federal que me adentraba
cada vez más y mas en pueblos inundados. A pesar del título de la historia, la
parte mas sorprendente y que menos puedo hacer que me crean de esta historia,
es que mi auto fue el ultimo que alcanzo a salir de Tlacotalpan antes de que el
rio Papaloapan hiciera imposible marcharse.
Después de
la primera desviación, los caminos inundados, la poca visibilidad y la lluvia
intensa no fue suficiente para detener al pequeño Chevy en su recorrido, hasta que
pasamos por Catemaco, donde el hambre y las ganas de ir al baño me orillaron a
parar en un Aurrera. Seguimos en camino. 17 horas después de haber salido de
casa, me encontraba por fin en Coatzacoalcos, cansado, exhausto y con el
remordimiento de no haberme detenido kilómetros atrás, en la sierra, a ayudar a
aquel sujeto con una llanta ponchada en medio del diluvió en una carretera casi
abandonada que a la fecha no he podido olvidar.
Aquella
ciudad no era la excepción, también estaba inundada. Encontré a mi amigo,
apurado, la calle donde se encuentra su casa, como casi todas, llena de agua.
Me acompaño a un hotel donde pude dormir tranquilo en lo que el localizaba a su
familia dispersa por el desastre natural. Desperté tarde y la situación no
ameritaba recibir a una visita inoportuna, no quise serlo e incomodar, pero
tampoco tenía muchos lugares a donde ir.
De repente
resurgió una idea, ir a Villahermosa. Meses atrás había conocido en una reunión
una chica que vive allá, que inocentemente esa vez dijo, “cuando gusten ir ahí
tienen su casa”. Creo que mucha gente por cortesía dice cosas que no comprende
a fondo lo que prometen, afortunadamente ella si era consciente y de palabra.
No estaba lejos, y salí casi con la puesta
del sol, ¿omití decir que había dormido muchas horas?.
El recorrido
que me faltaba era corto, 3 horas a lo mucho por la lluvia, en eso, empecé a
caer en lo inconsciente que estaba siendo al arriesgarme a seguir viajando con
ese clima, lo que me frustro, y me regreso a los problemas originales que me
llevaron a decidir hacer ese viaje. Ese recorrido aunque más cortó que el
primero, se me hizo mas cansado.
Llegué a Villa,
no recordaba la ciudad que hace muchos años visite, arribé igual que aquella
primera vez, aturdido. Me encontré con una desconocida metrópolis en medio de
un diluvio que cada vez parecía mas apocalíptico, ante mi sorpresa me tope con
lo que menos esperaba encontrarme al salir de mi ciudad, “un tráfico infernal”.
Mi estrés
era superior a lo que estaba acostumbrado a manejar, muchas ideas y poca calma;
a vuelta de rueda, alrededor de 10 de la noche, en un río de agua y automóviles
que no me permitían una velocidad superior a que si yo fuera caminando. El
problema era la visibilidad, la tormenta era tan intensa que los limpiadores a
toda velocidad eran insuficientes para abrir paso a la vista, las luces rojas
del auto de enfrente me guían en el camino, si ese auto caía en un barranco, seguro
me iría con él. En el celular la voz de una
chica que hasta ese momento no sabia que se convertiría en una de mis
mejores amigas, me preguntaba por mi paradero, “una calle, un edificio, un
letrero”, una seña que le indicara en que parte de la ciudad estaba para poder
orientarme, pero insisto, no veía nada.
Hasta que de
repente en medio de la lluvia lo alcance a ver, en un instante mis miedos
infantiles regresaron y la tormenta se convirtió en una lluvia de ideas
paranormales que en menos de un segundo se reflejo en un grito.
-¡¡¡En la
maDREE!!! – salte del asiendo al ver lo increíble. Un objeto volador no
identificado estaba sobrevolando a unos cuantos metros míos y lentamente me
acercaba a él. Si, en efecto, un plato volador estaba sobre mi cabeza, como en
mis pesadillas de niño, lluvia y el sentimiento de no poder huir detuvieron mi corazón
por un segundo…
En fin, no
tarde mucho en darme cuenta que “eso”, que me espanto, no era lo que pensaba y comencé
a reír como talvez de niño no lo hice. Me burle de mi situación, de mi ignorancia,
de mi cobardía, de mi imaginación, de mi historia, de lo ridículo que era al
salir de casa para según encontrar respuestas que siempre tuve, me reí de mi
vida y la forma tan tosca en que la manejaba, de lo necio que era, de la poca
habilidad que tenia para reírme de mis problemas, carcajeé por lo tacaño de mis
sueños, por lo meticuloso y ñoño de mi carácter, por lo trivial y sobre todo
rei de mi.
Este viaje valió
la pena.
(Por cierto,
eso que vi, era tanque de agua… les dejo fotos).
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