(Y va de Nuevo... 14 febrero 2010)
el finissimo comentario
Todo pintaba fabuloso. Claro, con los años aprendes que siempre hay algunos
problemas, pero aun así, con ella todo el panorama aparecía claro. No teníamos
mucho en común; en realidad no teníamos casi nada en común. Así que comenzamos
a basar nuestra relación en algo en lo que si encontrar muchas similitudes: las
cosas que odiábamos.
No nos gustaba ir al cine, decíamos que
siempre era lo mismo. Detestábamos los noticieros a pesar de siempre verlos,
odiábamos a los payasos y viajar de noche. Tampoco nos gusta ir a lugares muy caros,
no lo necesitábamos. Nos molestaba la comida prefabricada y cosas así por el
estilo.
Lo más complicado era cuando estaba en sus "días difíciles". Me lo
advirtió desde el principio. El humor le cambiaba severamente, más que a
cualquier otra chica que yo conociera, conozca o vaya a conocer, lo aseguro. Por
el mínimo detalle se molestaba y alzaba la voz. Pero a todo se acostumbra uno,
aprendí a manéjalo. Ya con confianza, le hacía burla diciéndole que en vez de
menstruación, tenía moustruación. Mi tipo de humor no le agrada a casi nadie,
creo que por eso mis relaciones son cortas, pero ella lo toleraba, hasta me
atrevo a decir que le daba risa.
Algo si teníamos en común, lo cual no mencione antes porque se supone que en
este país a todos nos agrada: y es el gusto por leer. Parte del tiempo que
tengo para esta actividad, la utilizo descifrando blogs en Internet, lo cual
reduce la cantidad de libros impresos que llego a leer. Ella en cambio, devoraba los libros,
casi siempre cargaba con uno diferente. La biblioteca era una escala frecuente
en nuestros paseos. Leyó mi blog (el finissimo comentario) 2 veces, lo destrozo
con sencillos argumentos, dejo de leerlo por respeto a mí, o eso quise
entender.
Todo marchaba bien, muy bien para lo que estaba acostumbrado. A ella, le
gustaba platicar acerca de lo que leía y lo hacía muy bien, con pocas palabras
conseguía interesarte en la historia. Daban ganas de alcanzarla en su carrera
de lectora, pero la ventaja era exagerada.
Un día en el que fuimos a tomar un café, comenzó hablar de su “ídolo”, un tal
Gabriel García Márquez, en realidad no había hablado mucho de él, cuando la
interrumpí diciendo una bola de sandeces, para no sé, hacerme el gracioso, le
dije qué nunca había leído nada sobre ese sujeto, qué no entendía cómo es que
un escritor tiene tanta propagando, qué amigo de quien será, qué como es que le
hacen programas especiales de su vida en televisión, qué si es Colombiano
famoso seguro es apoyado por el narco, como Shakira... No sé que me paso.
─ ¿En serio nunca has leído un libro de García Márquez? ─ pregunto demasiado
seria, tanto que me espante y conteste solo con un ligero sonido casi
imperceptible, “no”. Entendí que mi comentario anterior no fue el más
apropiado. Solo se levantó de la mesa y se fue. Intente detenerla pero no me
hizo caso, no quise forzarla ya que sabía como eran sus dramas. Se fue.
“Tal vez me salieron mal las cuentas”, pensé mientras regresaba a casa arrepintiéndome
de lo ocurrido. ¡Que error había cometido!; tenía que replantearme nuevamente el
concepto de Ídolo.
Los días siguientes fueron muy estresantes, no respondía mis mensajes, ni
contestaba mis llamadas, incluso se negaba si la iba a buscar a su trabajo. Yo
estaba confundido y no sabía que más hacer. Seguí insistiendo, espere un poco más
y al fin se dignó a contestar una llamada.
No hablamos mucho. Fue clara en su petición,
se ahorró formalidades y cortesías.
─Si quieres que te perdone tienes que leer
"Cien Años de Soledad"─ no conteste.
Para no variar me indigne, se me hizo una
infantilada, “¿que se cree?”, cierto, mi opinión fue ofensiva y totalmente
ignorante, pero no era razón para ordenarme hacer algo tan absurdo. Seguí sin
contestar.
─Ya te dije ─ concluyo y colgó el teléfono.
¡¿Piensa que no tengo nada que hacer?!¡¿En cuánto
tiempo quiere que lo termine?! Con trabajo y puedo leer en el trayecto del
trabajo a la casa.
Antes de eso todo iba bien, no sé si ella estaba dispuesta a dejar perder lo
poco que habíamos armado tan solo por una tontería… Pero yo no lo haría. No lo pensé
mucho. Era tiempo de demostrarle que era capaz de hacer algo por ella. Comencé
a leer.
Afortunadamente el libro estaba en casa, mi hermano me preste un árbol
genealógico de la familia protagonista, quesque para no confundirme, decía, fui
el Banco del Tiempo y pedí un préstamo por una fuerte suma. Leía en cualquier
momento que podía, en los traslados, en mi hora de comida, hasta le dije a mis
amigos que tenía que trabajar ese fin de semana para no ir a una fiesta, y no, solo
tenía que leer... Nunca había leído un libro tan grande tan rápido, y tenía que
hacerlo bien, ella me caería en la mentira si trataba de engañarla.
Lo conseguí en unos días, di por terminado el libro. Debo decir que estaba
fascinado, termine embrujado por la manera en que se relata una historia donde
la historia misma pierde relevancia para resaltar las emociones de los unos personajes
en un mundo real que se vuelve mágico con la manera tan peculiar con que se ha
aprendido a contar las cosas en esta parte del mundo. Me volví fanático… Pero
eso, ella no lo sabría de mi boca.
Salí a buscarla. Tan grande es el destino que
esa noche no necesite ningún esfuerzo extra para localizarla. Me le plante
enfrente, con más miedo del que tuve aquella noche que con una flor en la mano le
pedí que fuéramos una pareja. La mire.
Ella dejo salir una pequeña sonrisa, estaba
segura de que lo haría. Le enseñe el libro. Ella termino de sonreír y me abrazo.
Por amor la gente hace muchas cosas… y yo no
hice gran cosa, solo leí un libro.
Disculpen, no soy bueno hablando de estas cosas…
CSR