Nos reunimos por la mañana para compartir nuestra soledad.
Nos sentamos a la mesa
de un restaurante pequeño,
huevos revueltos, molletes y no puede faltar
café y jugo de naranja.
Una vez a la quincena ó a veces dos,
nos reunimos temprano para hacer ejercicio y después desayunar.
Platicamos poco, solo de lo que tenemos básico en común,
el trabajo, el ejercicio y el desayuno.
No hablamos de nada más,
no le interesan mis ideas y yo no estoy de acuerdo con las
suyas;
nuestros pasatiempos son aburridos el uno para el otro,
tampoco ya no discutimos por nada.
Nos reunimos dos o tres veces al mes para hacer ejercicio y
desayunar,
ocasionalmente tenemos sexo.
No tenemos nada en común,
por eso ya no discutimos,
solo hablamos de lo que podemos hablar.
¿Dónde vamos a desayunar hoy?
nos preguntamos mutuamente al terminar de hacer ejercicio
y esa ya es una pregunta difícil.
De vez en cuando intento hacer una broma, amenizar,
ella no lo permite y lo para en seco.
Nunca le ha gustado mi
humor.
Llevamos varios años compartiendo nuestra soledad.
Somos como el café y el jugo de nuestros desayunos.
Café con crema y jugo de naranja.
Una pareja claramente incompatible por donde se le vea.
Pero que siguen estando juntos, solo por la fuerza de la
costumbre.
CSR