jueves, 9 de febrero de 2012

Antes de que me atrape el Alemán

el finissimo comentario


-¿Y qué sentiste cuando lo viste?...
-Nada


Mi intensión de llegar temprano al teatro se consiguió con demasía. Le gane al tráfico y por muy poco también a la lluvia. Pensé que me mojaría esperando la entrada, afortunadamente la sorpresiva llovizna ablando el corazón de los organizadores; nos permitieron entrar a tomar nuestras designadas butacas, aun cuando faltaba mucho mas de una hora para que comenzara la función de una obra ampliamente recomendada por mis conocidos que desidí disfrutar.

Ya resguardados, nos encontramos las pocas personas que llegamos temprano en una gran sala a oscuras. Yo iba solo y esa oscuridad no me permitía leer y además todos los juegos de mi celular estaban más que superados. Así que no me quedo más que sentarme a contemplar un escenario vacío.

Un minuto pasó de mi resignada situación cuando un par de señoras se sentaron en las butacas contiguas a la mía. Eran amigas, señoras de ya bastante edad que se reunieron después de no verse en algo de tiempo, iban quedado en reunirse en las afueras del teatro para después de ver la función, ir a tomar un café en el local de la siguiente esquina. Las dos eran viudas y con hijos ya mayores, no se dedicaban a mas que pasar los días y debes en cuando cuidar a los nietos, una más que la otra; su amistad era antaña aunque no se frecuentaban tan seguido como lo quisieran. Estaban agradecidas de que por la lluvia, se les permitiera accesar y poder platicar más cómodas, ya que al igual que yo habían llegado muy temprano.

Saber esto no fue difícil y no piensen que tal vez las conocía. Simplemente la poca fluencia en la oscura sala, mi obstinación por no escucharme y el alto tono de voz que manejaban las damas, impedían pasar desapercibidos todos sus comentarios.

Después de que cumplieron con la plática normal (llamémosle familia, salud, dinero) una de estas señoras saco un tema con suma alegría, intentando tomar por sorpresa a su antaña acompañante que dudo al principio en compartir el entusiasmo que mostraba su amiga. 





Anel y Esmeralda


–¿Me contaste que lo ibas a ver? –le pregunto con mucho entusiasmo Esmeralda a su amiga, asiendo referencia al antiguo novio que Anel le había contado con anterioridad que logro localizar. – ¿Qué paso, lo viste?
–Sí, fuimos a tomar un café –contesto Anel lentamente, como esperando no entusiasmar más a su animada amiga.
–¿Pero qué paso?
–No paso nada.

–Ya, ¡cuéntame! –insistió Esmeralda.
–En verdad no paso nada.
–Cómo es posible que me habías contado que lo querías encontrar y ahora me dices que no paso nada –Esmeralda seguía muy entusiasmada y un poco confundida  –bueno, para empezar explícame bien cómo fue que lo encontraste.
–Mis hijos me ayudaron –Anel no perdía la tranquilidad ni se dejaba llevar por los arranques de emoción de su amiga, contestaba cada vez más lento –no fue difícil, creo, lo buscaron en internet, y como es arquitecto me parece que tiene una página o algo así, ya sabes que yo no le sé a esas cosas.

–¿Y luego?
–Mi hija lo contacto, y consiguió su teléfono.
–¿Y qué paso cuando le llamaste? –pregunto casi desesperada Esmeralda emocionada al imaginar lo que ella podría contestarle.

Anel tardo, a pesar de ser un suceso próximo sus recuerdos parecían vagos, ya tenía tiempo con ese problema, los doctores le habían dicho que no se preocupara demasiado, pero a ella le provocaba gran incomodidad y sobre todo miedo en ciertos días. Olvidar es el gran sueño de los desencantados, pero cuando es tu cuerpo el que te obliga a hacerlo, la sensación no es tan grata. Además de esto, ignoraba porque Esmeralda se emosionaba tanto por saber sobre su antiguo novio, ella nunca conoció, y no tendría porque tener alguna preocupación por él, Ignacio.

Esmeralda solo quería saber de Ignacio para, no sé, ¿ser un poco feliz por la felicidad de su amiga?

–No hablamos mucho por teléfono, estaba ocupado en ese momento, pero amable, como siempre fue, me invito a tomar un café, el siguiente fin de semana –por fin contesto Anel.
–¿Y qué paso? –Esmeralda insistió más calmada, vio que Anel no estaba cómoda – ¿Lo reconociste?
–Claro –en esta ocasión Anel no dudo –estuvimos juntos casi 10 años, y a pesar que tenia más de 30 de no verlo, no podría confundirlo.

La relación de Anel con Ignacio fue larga, aunque ellos nunca lo sintieron así, por cosas del destino, que ustedes supondrán mejor que yo, esa historia termino antes de concluir en matrimonio, cada quien siguió su camino y cada uno formo su familia.

–¿De qué platicaron?
–De cómo le había ido, me platico de su trabajo y me conto sobre sus hijos.

Esmeralda se frustro al ver la poca pasión con la que relataba lo ocurrió, ya que si fuera ella la de la historia, se hubiera llenado de felicidad al poder rencontrar a alguien así.

–¿Y qué sentiste cuando lo viste?...
–Nada.

–¿Nada?
–Pasaron muchos años, no tendría porque sentir algo, y veme, ya estoy vieja.

–¿Cómo puedes decir eso? –arremetió Esmeralda –no entiendo entonces porque lo buscaste.
–SOLO QUERÍA SABER SI ESTABA BIEN… antes de que “me atrape el Alemán”.



Esa noche la funcion termino sin retraso, en verdad valio la pena haber visto esa obra en una de sus ultimas presentaciones, llegue a casa entusiasmado por lo que habia visto y despues de varias semanas pude empezar a recordar y valorar lo que habian platicado las señoras, lo estuve pensando. 


Tal vez la plática no fue así, o en ese orden, a lo mejor no estaba prestando la suficiente atención, quizás las palabras se han confundido con el tiempo, Seguramente los nombres no sean los que recuerdo… lo único que quizá si puedo asegurar, es el efecto de una persona que irradia la tranquilidad de saber que una personas a la que prometimos algún día llevar en el corazón, se encuentran bien.


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