jueves, 27 de febrero de 2014

Hoy te hice el amor y no se me paro


Hoy te hice el amor y no se me paro,
bueno,
la verdad es que si se me paro,
pero no quería que se me parará.
No hoy.
Quería dejarte como tantas veces
tú me dejas,
con las ganas, con los pantalones abajo.

Pero como evitarlo,
si tan solo con verte las nalgas
se me para.
Me encantan tus nalgas. 

Deseaba quedarme dormido,
girar en la cama
y arriesgarme a que me acusaras
de poco hombre por no cumplirte,
qué más da.

Pero solo te acercas,
tu olor de mujer hizo el trabajo.
Te volteas para que te vea,
y mi verga,
desobedece mis órdenes.
Te saliste con la tuya… como siempre.


CSR





jueves, 20 de febrero de 2014

Dios bendiga a los celosos

Y va de Nuevo… (11 de Febrero del 2009) 

el finissimo comentario   


Parece que las personas ya no quieren sentir, temen sentir. A veces me parece que en estos tiempos de “modernidad” la gente le tiene miedo a vivir las emociones que les da su ente. La gente corre por una pastilla, inyección, cualquier cosa para dejar de sentir. Los más exagerados evaden la realidad con un disfraz de valentía para poder aspiran piedras, oler estopas, perforan sus venas, quemar hierva. Otros, simplemente ante una declaración absoluta por dejar de sentir, corren a ver un psicólogo, como quien espera exorcizar un fantasma que divaga en su cabeza, encontrar respuestas y que estas los lleven a un estado que ellos declaran como normalidad.

En estos tiempos donde al percatarse de cualquier sensación extraña la gente escapa. Doy gracias por los que todavía sienten celos. El único sentimiento del que no puedes huir, porque cuando entras en él, la percepción cambia tanto que no encuentras salida más que llegar a tu límite.

Dios bendiga a los celosos,
que ante una situación de crisis son capaces se abandonar todo,
trabajo, escuela, amigos, familia.
Con tal de cumplir su cometido.

Dios bendiga a los celosos
que no pueden dormir por las noches
y se arrastran por las mañanas
con una maraña de ideas en la cabeza.

Dios bendiga a los celosos,
que rompen cosas,
engañan,
se desquitan y buscan venganza.

Dios bendiga a los celosos,
que disfrazados con una máscara de enamorados,
pierden conciencia,
claridad del tiempo y percepción del lugar.

Dios bendiga a los celosos,
que olvidan que están vivos, que son humanos,
lo dejan de lado,
y vuelven a tener sueños y promesas por cumplir.

Dios bendiga a los celosos
que creen que están enamorados.

Dios bendiga a los celosos,
quienes sin ninguna barrera,
se expresan, se arriesgan, se comprometen a su decisión,
sin más límite que el triunfo o el fracaso total.

Dios bendiga a los celosos,
que creen que no son celosos
y se mueren por dentro.

Dios bendiga a los celosos,
que no pueden huir a sentir celos.


CSR




jueves, 13 de febrero de 2014

Todo va a estar bien

el finissimo comentario

En esta ciudad es difícil encontrar a una mujer que utilice vestidos tan comúnmente, Paula lo hacía. Creo que eso fue lo que me enamoro de ella. Nunca me pude resistir a una mujer que sabe lucir un vestido.

La conocí a fines de Noviembre, un año de mis primeros veintes, justamente el día de su cumpleaños, el 22, en su casa, en la fiesta que le organizaron para celebrarlo, en la que solo fui el invitado del invitado que afortunadamente tuvo la oportunidad de hablarle, y al parecer, caerle bien. Justamente ese día, el día segundo día que la vi más hermosa. Porque del primero es del que más me acuerdo.

El día que la vi más hermosa, yo la esperaba en la salida de un metro que da a una plaza comercial cerca de su casa, pasando el puente peatonal. No espere mucho, Paula llego rápido y puntual como en todas nuestras citas anteriores, bajo las escaleras impactándome con su vestido holgado de tirantes, azul, que le llegaba por debajo de las rodillas. Se veía hermosa. No olvido ese día.

El 14 de febrero de aquel año ella había aceptado salir nuevamente conmigo. Yo no era divertido, pero si lo suficientemente interesante para Paula, eso creo. Le gustaron las flores que lleve, o eso dijo; vimos una película y tomamos un café. En ese café nos besamos, fue la primera vez que nos besábamos, después de aquella primera vez que después de tantos besos rechazo mi propuesta para tener una relación oficial, por ahí de mediados de Enero. Paula seguía dolida por aquel novio que después de 4 años de relación le propuso matrimonio y poco tiempo después, el pasado octubre, le pidió disculpas por no poder cumplir su promesa, pues la dejaría por con una chica que conoció en su trabajo.

Los besos nos llevaron a un hotel desconocido a un costado de la plaza. Tomados de la mano entramos a la habitación rentada solo por dos horas, porque según la recepción, era un día “fluido” y nos avisaban, para evitarse la pena de corrernos. Sin más y con prisa tuvimos el mejor sexo que se tendría ese edificio en toda la noche…

Pasaron  los minutos, ─Vámonos, se nos acaba el tiempo ─me dijo Paula, desarrugando el vestido azul que minutos antes le quite, mientras yo la admiraba aun recostado en la cama. Afirme insinuándole con una gran sonrisa que ya tendríamos más tiempo después. Paula negó con la cabeza, aunque dijo que sí, me recordó que ya me había dicho antes que no quería ser mi novia, pero le caía bien, le gustaba, y no quería estar sola en San Valentín… Paula sintió la tristeza en mis ojos y la fuga de la ilusión. Lo siento, dijo. Pensé que entendías.


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