lunes, 18 de junio de 2012

OVNI en Tormenta Tropical


el finissimo comentario


Y ahí andaba yo, confundido, con muchas ideas en la cabeza y pocas resoluciones. Atravesando por error, por nunca salir de la ciudad y no haber tenido la cautela de informarme de las condiciones climáticas de mi destino; en una tormenta tropical que no dejaba de empapar los cristales del Chevy que hasta ese viaje nunca me había dejado varado.

El día anterior tuve la necesidad de alejarme de todo, de escapar, de tomar las llaves de coche y buscar un lugar que me diera calma para poder tomar decisiones importantes. No necesitaba un rumbo conocido, por el contrario, pero tampoco pensaba en ir a la nada. Que digo pensar, en ese momento lo hacía pero no lo hacía con coherencia. Eran las 2 de la mañana de un viernes cuando encendí el carro para cruzar medio país rumbo al sur de Veracruz. El plan era sencillo aunque mal elaborado, visitaría a un amigo de Coatzacoalcos y aprovecharía el viaje para pensar y toma decisiones fundamentales para mi vida.

La entrada a puebla anunciaba el destino que me esperaría todo el viaje, lluvia y mas lluvia, como lo dije antes, mi poca experiencia en viajes no me daba conciencia de todas las cosas que se deben considerar y más cuando la huida se decidió tan repentinamente.



El sol salió atrás de las nubes y a pesar de la humedad del ambiento todo pintaba tranquilo, así fue, hasta que cruce Cosamaloapan Veracruz. Una fila inmensa de automóviles, 2 horas detenido y unos militares que nos anunciaban: “debido a las inundaciones, el puente mezcalapa se derrumbo, no hay forma de pasar en automóvil, regresen”. Amenazaban cancelar mi viaje. Una desviación a no muchos metros me daba otra opción, rodear con la inteligencia de que la llegada a mi destino se prolongaría 4 horas o más, considerando que no dejaba y no dejaría de llover.



Así lo hice, abandone la autopista para incorporarme a una carretera federal que me adentraba cada vez más y mas en pueblos inundados. A pesar del título de la historia, la parte mas sorprendente y que menos puedo hacer que me crean de esta historia, es que mi auto fue el ultimo que alcanzo a salir de Tlacotalpan antes de que el rio Papaloapan hiciera imposible marcharse.

Después de la primera desviación, los caminos inundados, la poca visibilidad y la lluvia intensa no fue suficiente para detener al pequeño Chevy en su recorrido, hasta que pasamos por Catemaco, donde el hambre y las ganas de ir al baño me orillaron a parar en un Aurrera. Seguimos en camino. 17 horas después de haber salido de casa, me encontraba por fin en Coatzacoalcos, cansado, exhausto y con el remordimiento de no haberme detenido kilómetros atrás, en la sierra, a ayudar a aquel sujeto con una llanta ponchada en medio del diluvió en una carretera casi abandonada que a la fecha no he podido olvidar.



Aquella ciudad no era la excepción, también estaba inundada. Encontré a mi amigo, apurado, la calle donde se encuentra su casa, como casi todas, llena de agua. Me acompaño a un hotel donde pude dormir tranquilo en lo que el localizaba a su familia dispersa por el desastre natural. Desperté tarde y la situación no ameritaba recibir a una visita inoportuna, no quise serlo e incomodar, pero tampoco tenía muchos lugares a donde ir.

De repente resurgió una idea, ir a Villahermosa. Meses atrás había conocido en una reunión una chica que vive allá, que inocentemente esa vez dijo, “cuando gusten ir ahí tienen su casa”. Creo que mucha gente por cortesía dice cosas que no comprende a fondo lo que prometen, afortunadamente ella si era consciente y de palabra. No estaba lejos, y salí casi con la puesta  del sol, ¿omití decir que había dormido muchas horas?.

El recorrido que me faltaba era corto, 3 horas a lo mucho por la lluvia, en eso, empecé a caer en lo inconsciente que estaba siendo al arriesgarme a seguir viajando con ese clima, lo que me frustro, y me regreso a los problemas originales que me llevaron a decidir hacer ese viaje. Ese recorrido aunque más cortó que el primero, se me hizo mas cansado.

Llegué a Villa, no recordaba la ciudad que hace muchos años visite, arribé igual que aquella primera vez, aturdido. Me encontré con una desconocida metrópolis en medio de un diluvio que cada vez parecía mas apocalíptico, ante mi sorpresa me tope con lo que menos esperaba encontrarme al salir de mi ciudad, “un tráfico infernal”.

Mi estrés era superior a lo que estaba acostumbrado a manejar, muchas ideas y poca calma; a vuelta de rueda, alrededor de 10 de la noche, en un río de agua y automóviles que no me permitían una velocidad superior a que si yo fuera caminando. El problema era la visibilidad, la tormenta era tan intensa que los limpiadores a toda velocidad eran insuficientes para abrir paso a la vista, las luces rojas del auto de enfrente me guían en el camino, si ese auto caía en un barranco, seguro me iría con él. En el celular la voz de una  chica que hasta ese momento no sabia que se convertiría en una de mis mejores amigas, me preguntaba por mi paradero, “una calle, un edificio, un letrero”, una seña que le indicara en que parte de la ciudad estaba para poder orientarme, pero insisto, no veía nada. 

Hasta que de repente en medio de la lluvia lo alcance a ver, en un instante mis miedos infantiles regresaron y la tormenta se convirtió en una lluvia de ideas paranormales que en menos de un segundo se reflejo en un grito.

-¡¡¡En la maDREE!!! – salte del asiendo al ver lo increíble. Un objeto volador no identificado estaba sobrevolando a unos cuantos metros míos y lentamente me acercaba a él. Si, en efecto, un plato volador estaba sobre mi cabeza, como en mis pesadillas de niño, lluvia y el sentimiento de no poder huir detuvieron mi corazón por un segundo…




En fin, no tarde mucho en darme cuenta que “eso”, que me espanto, no era lo que pensaba y comencé a reír como talvez de niño no lo hice. Me burle de mi situación, de mi ignorancia, de mi cobardía, de mi imaginación, de mi historia, de lo ridículo que era al salir de casa para según encontrar respuestas que siempre tuve, me reí de mi vida y la forma tan tosca en que la manejaba, de lo necio que era, de la poca habilidad que tenia para reírme de mis problemas, carcajeé por lo tacaño de mis sueños, por lo meticuloso y ñoño de mi carácter, por lo trivial y sobre todo rei de mi.

Este viaje valió la pena.

(Por cierto, eso que vi, era tanque de agua… les dejo fotos).


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