viernes, 2 de enero de 2015

En Casa Leen

Don Chema y Doña Pay, (nombres por lo que se conocen más comúnmente) criaron hijos independientes que aprendieron a valerse por si mismos y  hacer lo mejor que pueden con lo que tienen, no siempre con los mejores resultados, pero eso sí, responsables de sus actos.

En casa nos enseñaron, porque eso se enseña, a que cada quien se rasca con sus uñas, cada quien es responsable de los problemas en los que se mete y cada quien debe saber cómo salir de ellos. Puede sonar rudo, pero así es. Esto nos he hecho tomar buenas decisiones, o no tan malas, bueno, puedes ir a alguna reunión familiar y darte cuenta que los únicos con carrera somos los hijos de Chema, los únicos que no se casaron en la adolescencia (que de hecho ni se han casado) son los hijos de Pay. Eso nos ha dado otro tipo de visión del mundo, creo.

Esto no siempre es bueno, ya que además de ser independientes nos caracterizamos por ser demasiado ensimismados, y aunque somos conversadores y sabemos manejar humores muy carismáticos y característicos para cada quien, es difícil vernos exteriorizar sentimientos personales tan fácilmente. La evidencia más grande es que ni nos pelamos para Navidad.

La libertad que se nos otorgaba en el hogar desde pequeños es grande, no llegar a casa era una cuestión sencilla, solo consistía en no tener ningún pendiente inmediato en casa y avisar, así de simple, incluso para mi hermana. Tenemos pocas costumbres, de hecho no habituamos hacer festejos. Las reglas también son pocas, pero definitivas. Por ejemplo: Puedes no comer algo porque no te guste, pero “no puedes no probarlo”, es decir, si se hace un platillo nuevo por la razón que sea, puedes negarte a alimentarte con este y puedes comer otra cosa, pero antes debes de probarlo, “No puedes decir no me gusta sin antes haberlo probado”.

En casa tenemos otra regla, que es la intención de este texto: “No puedes no estar leyendo un libro”, es decir, no puede cualquiera, digamos yo, preguntarle a cualquier integrante de la familia, ¿que libro estás leyendo?,  y que este te conteste, “ninguno”. Siempre debes de tener un libro, no importa que por motivos de trabajo o personales no lo hayas abierto en una semana, siempre debes tener un libro y en cuanto lo termines tener otro preparado o tomar uno del librero.

No seremos la mejor familia, pero enorgullece decir lo ameno que es llegar a casa una tarde de flojera y encontrarte a tu madre en el sillón leyendo “El llano en llamas” de Juan Rulfo,  a tu sobrina con “La historia interminable” de Michael Ende en las piernas, a tu hermano tirado en la cama con “México Secreto” de Francisco Martin Moreno, la televisión apagada y el librero como siempre… hecho un desmadre.


CSR



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